Nos encontramos sumergidos en una era donde la mayor parte de la población no sabe darle el valor que realmente tiene a su privacidad. Cuando acudimos a las redes sociales para enterarnos de que está ocurriendo en las vidas de nuestros contactos, encontramos historias y fotos que revelan su ubicación a tiempo real, con quienes están, que preferencias tienen en cuanto a restaurantes, viajes, ropa, etc., y, desde hace ya mucho tiempo atrás, no hay más lugar para el enigma ni el misterio.
La economía de los datos ha ido demasiado lejos. La cantidad y sensibilidad de los datos que esta mueve son en verdad un peligro inminente.
Aunque también, somos cada vez más las personas preocupadas por el futuro de la privacidad de las próximas generaciones. Cometer errores compartiendo información personal en redes sociales o por medio de conversaciones, o incluso si fuimos víctimas de hackeos, podría tener consecuencias nefastas en nuestras vidas, y por ello podríamos no conseguir determinados trabajos u oportunidades en la sociedad. Nos inquieta que las nuevas generaciones no logren vivir en libertad.
¿Cómo llegamos a esto?
Los aparatos estatales nunca supieron tanto de sus administrados como ahora. En efecto, las compañías tecnológicas tienen el poder de adelantarse a nuestros próximos pasos, influenciar en nuestra conducta y proporcionar nuestra información a terceros, incluidos los gobiernos.
El problema es que, en su proceso de desarrollo inicial, las grandes tecnológicas no han sido lo suficientemente reguladas ya que, en la teoría, éstas ofrecían sus servicios de manera “gratuita”, por lo que no eran consideradas algo siquiera similar a un “monopolio”. Sin embargo, hemos ido comprendiendo que las mismas son capaces de oprimir a sus usuarios o consumidores, sin perderlos. Cuando decimos oprimir nos referimos a utilizar sus datos y lucrarse con ellos para fines que no tienen el consentimiento del usuario, infringir normas de seguridad durante el tratamiento de sus datos, eximirse de responsabilidad por el uso de sus servicios, entre otras conductas que pueden ser consideradas poco éticas.
Las grandes tecnológicas también llamadas buitres de datos, tienen una increíble capacidad en obtener nuestros datos de manera casi voluntaria por el sólo hecho de utilizarlas. Como respuesta a esta situación, el 2018 ha surgido un nuevo movimiento que representa la conciencia colectiva demandando que los “grandes digitales” han adquirido más poder de la cuenta, mejor conocido como el movimiento Techlash.
Techlash: la respuesta de los gobiernos y la sociedad civil
Ante la alarmante situación que vivimos por la incesante vulneración de nuestros derechos por parte de las grandes tecnológicas, en especial el derecho a la privacidad, distintos gobiernos y numerosos usuarios se han sumado al movimiento Techlash, que consiste básicamente en una reacción en contra del poder excesivo acumulado por las grandes compañías tecnológicas.
Claramente, este movimiento representa una reacción ante la considerada “mala tecnología”, que nos trata como peones de un juego que nunca quisimos jugar y no nos concibe como ciudadanos. Se trata de una tecnología que nos pone a su servicio, mucho más de lo que nosotros la ponemos a ella, poniendo en peligro nuestra autonomía y que tiene costos marginales muy bajos pero que son el negocio más rentable de nuestras épocas.
La pérdida de privacidad facilita la intromisión de terceros en nuestras vidas, atentando directamente contra nuestra autonomía. Que otros usen nuestros datos personales para influenciar en nuestra conducta es una forma de atentar contra nuestra propia autonomía, y que la tecnología atente contra ella debería preocuparnos. Si la autonomía individual disminuye, también lo hace en cierta medida el autogobierno colectivo.
En efecto, existen partidarios que defienden la hipervigilancia a la que estamos cada vez más sometidos como un supuesto promotor de la democracia. Sin embargo, una democracia en la que las personas no son autónomas es en verdad un régimen autoritario.
Una vez Mark Zuckerberg (CEO de Facebook) dijo que «la gente no quiere privacidad absoluta en la Red» y empezó a cambiar las políticas de privacidad de la plataforma Facebook unilateralmente. En este caso, considero que es nuestro deber anticiparnos a estas situaciones, ya que debemos asegurar nuestros derechos adquiridos y no permitir que un individuo de forma unilateral nos limite los mismos para beneficiarse de sus decisiones. Techlash no es solo una palabra de moda para definir alguna tendencia creada por un grupo selecto de la sociedad, por el contrario, se trata de un sentimiento colectivo negativo hacia la tecnología que viene cobrando fuerza desde 2018.
Techlash es mucho más que un hashtag en las redes sociales, y este movimiento está generando impactos en la regulación de las tecnologías a nivel mundial desde Estados Unidos, expandiéndose en Europa.
Medidas de regulación en Europa y Estados Unidos
El 25 de agosto de 2023, entró en vigor la Ley de Servicios Digitales (LSD), un reglamento de la Unión Europea, que impone nuevas normas para la moderación de contenidos, protección de la privacidad de los usuarios, transparencia y eliminación de contenidos ilegales y nocivos. A las plataformas digitales se les exigirá, por ejemplo, que informen de manera clara por qué recomiendan cierta información a determinados usuarios. También deberán poner en funcionamiento una herramienta sencilla mediante la cual alerten a las personas sobre contenidos ilegales y tomar medidas más contundentes para contrarrestar la desinformación.
No solo esto, sino que además la Unión Europea será la primera región del mundo en regular de forma integral los usos de la inteligencia artificial. Su nueva norma entrará en vigor a finales de 2026, de momento se desconoce el texto oficial, pero entre muchos aspectos se prevé que regulará los sistemas de inteligencia artificial generativa, en los que se basan modelos como ChatGPT, de la empresa OpenAI o Bard, de Google.
Por su parte, en Estados Unidos, de momento no se cuenta con una norma que regule las plataformas digitales. Sin embargo, recientemente se ha introducido el Proyecto de Ley del Senado para la Ley de la Comisión de Plataformas Digitales de 2023 con el objetivo de supervisar las plataformas digitales, promover la competencia y proteger a los consumidores. El proyecto de Ley prevé la creación de la Comisión Federal de Plataformas Digitales, facultada para reglamentar de forma exhaustiva las plataformas digitales.
La lucha contra las posiciones dominantes de las grandes tecnológicas se ha intensificado hasta el punto de que se habla de la posibilidad de que algunas de las grandes empresas se vean obligadas a afrontar una hipotética separación: Google se separa de YouTube o Facebook se separa de Instagram, por ejemplo.
Ahora bien, dividir a las grandes tecnológicas sería una medida más drástica y tal vez innecesaria. Lo cierto es que los grandes problemas requieren grandes medidas y el simple hecho de que ya se haya hablado de esta hipótesis, incluso más allá de los reguladores, es una señal de la incomodidad que genera a la población en general, el poder ilimitado que vienen tomando las grandes tecnológicas.
El movimiento del Techlash se viene materializando desde distintos sectores y niveles. El asunto regulatorio donde interviene la administración pública es un aspecto central, en la que se precisa contemplar legislar sobre la libre competencia a fin de acabar con los monopolios, la privacidad y la regulación de los datos personales, así como la protección de la propiedad intelectual.
¿La tecnología es el “progreso”?
Es importante distinguir la evolución de la tecnología como un fenómeno natural de algo que, en realidad nosotros contribuimos para su verdadero éxito. El desarrollo tecnológico depende de nuestra recepción a la misma, y es nuestro deber elegir como regular y darles uso a las innovaciones tecnológicas según la premisa del movimiento Techlash. Tenemos el poder de obstaculizar y dejar de lado aquellas tecnologías que no aporten de forma positiva a nuestra vida.
Hasta hace poco, muchos no entendíamos como las grandes tecnológicas generaban ingresos si sus plataformas siempre fueron gratuitas, y es que efectivamente la propaganda digital es la principal fuente de sus ganancias. Un claro ejemplo de esto es Google, ya que desde sus inicios Google ha sido y es una empresa de publicidad, la víctima de sus anuncios publicitarios, nuestra propia privacidad al utilizar tecnologías de rastreo diseñando publicidad en base a nuestro historial.
Esto evidencia que, debemos esforzarnos por reequilibrar la balanza a nuestro favor, para ello, como ciudadanos, debemos conocer más sobre las empresas tecnológicas y procurar que ellas manejen menos información nuestra como un primer paso. Como siguiente paso a seguir, es importante que aprendamos a gestionar mejor nuestros datos personales. La asimetría de conocimiento de las tecnológicas vs sus usuarios, ha conducido a la existente asimetría de poder.
La tecnología debe diseñarse y adaptarse a nuestros principios y valores, mejorando nuestro bienestar. Recordemos que el cambio no siempre implica progreso.
Vidas intoxicadas
Los datos personales son tan útiles y capaces de generar valor como de arrasar con vidas individuales, institucionales y de las sociedades. Cada vez son más frecuentes las llamadas pornovenganzas, humillaciones masivas en público, exposición de intimidad y otras vulneraciones a la privacidad. Extendiendo estos daños a gobiernos e instituciones.
Enemigos de nuestra propia privacidad
Podemos limitar el poder de las grandes tecnológicas, reduciendo la recolección de nuevos datos. Somos de hecho uno de los mayores riesgos a nuestra propia privacidad.
Las empresas de tecnología por medio de las redes sociales, están diseñadas para que nos sintamos a gusto navegando en ellas, tanto como si estuviéramos en el sofá de nuestras casas. Sin embargo, esto nunca fue así, cuando publicamos en redes somos presas fáciles para llegar a desconocidos, ser hackeados e incluso podríamos ser geolocalizados. Antes de compartir algo en ellas es importante premeditar como podría afectar a nuestra vida ese posteo o como podría ser usado en nuestra propia contra.
En general, menos es más en las redes sociales, y cuanto menos compartamos en línea, mejor. Pero sea cual sea nuestra decisión de publicar o no algo, es importante que no compartamos sin antes pensárnoslo bien.
La privacidad es demasiado importante como para regalársela a cualquiera. Quienes somos y a que nos dedicamos no es asunto de nadie más. La privacidad es ese espacio para nosotros mismos en donde podemos esparcirnos, relacionarnos, generar nuevas ideas y formar nuestra propia opinión en libertad, por ello, la importancia de cuidar este espacio.
Conclusiones
Los teléfonos inteligentes son el instrumento más personal en la historia de la humanidad, tenemos mucha información en el mismo que nos facilita la vida pero que también nos hace vulnerables cuando perdemos nuestros dispositivos o lo extraen de nuestras pertenencias sin consentimiento. Vivimos en un mundo en que nuestros datos se han vuelto un activo fundamental de las empresas, básicamente sin nuestro permiso. La privacidad de los seres humanos, es la droga que alimenta la concentración del mercado y la gestión de la información de las grandes plataformas digitales.
Si bien se señala que el desarrollo de la tecnología es complicado y muchas veces resulta difícil regularla a raíz de ello, también es cierto que los legisladores han promulgado, por ejemplo, normas de manufactura de aviación sin necesariamente conocer a fondo el principio de Bernoulli, también conocido como Principio de la Aerodinámica, por el cual los aviones pueden volar.
En la era del conocimiento es posible informarnos de lo que sucede a nuestro alrededor y entender cómo funciona el mundo del Internet, en realidad es nuestra responsabilidad y es parte de la propuesta del movimiento Techlash. Este movimiento no es sólo una queja hacia las plataformas digitales sino un reclamo para mejorar nuestra condición en calidad de usuarios de las mismas.
La inteligencia artificial y las nuevas tecnologías, son como el Dios romano Jano, uno de los dioses más interesantes en la mitología de la Antigua Roma. Jano está representado con una cara sonriendo (el bien) y una cara fruncida (el mal). Por lo tanto, considero que en el mundo de las tecnologías de la información existen grandes oportunidades y serias amenazas, la forma en que manejemos ambas caras determinará nuestro lugar en el mundo de cara al futuro.